Lizbet
Alejandra García Fonseca
La
gente dice amar el cine, en especial el cine hollywoodense, con sus
tranquilizantes finales felices. Historias de amor, valentía y fantasía, que
suelen ser los sueños frustrados de muchas personas. Todas esas historias tienen
algo que las vincula con la realidad, así el cine le da al espectador la
ilusión de que lo que ve en la pantalla es como lo que vive a diario y bueno la
magia del cine, reside en su forma de meternos en “los zapatos” del
protagonista y vivir lo que no podemos vivir.
Theodor
Adorno y Max Horkheimer en su libro “Dialéctica
de la Ilustración” hacen una crítica a la industria cultural. Entre lo
perteneciente a ésta se encuentra el séptimo arte, que visto ya no más como arte
sino como negocio es vendido como cualquier otro producto masificado. Algunas
veces los directores de cine tienen ideas que no van con la línea comercial y
que pueden hacer pensar al consumidor, por ejemplo “V de venganza” este tipo de
filmes entra en conflicto con la política comercial de los que producen la
mercancía cultural porque cualquier producto que deje lugar al libre pensar
desmorona por completo los matices ideológicos. Muchos guiones son rechazados
por los productores pues al ser “excluidos de la industria, es fácil
convencerlos de su insuficiencia” (Adorno y Horkheimer, 1998: 178) pero
encontramos producciones independientes de baja calidad que desarrollan un
excelente guión.
“La
atrofia de la imaginación y de la espontaneidad del actual consumidor cultural
no necesita ser reducida a mecanismos psicológicos “(Adorno y Horkheimer, 1998:
171). El cine Hollywoodense está montado de una forma en la que la rapidez de
intuición no deja lugar al pensamiento ni a la imaginación, el espectador es enganchado
por los excelentes efectos, el suspenso, los famosos –como mercancía humana,
encargados de distribuir los estereotipos- y un final feliz que nos deja
satisfechos. “Adiestra a los que se le entregan para que lo identifiquen
directa e inmediatamente con la realidad” “(Adorno y Horkheimer, 1998: 171), es
decir, el cine perteneciente a la industria cultural debe ser una prolongación
de la realidad tangible, está diseñado para que no pueda distinguirse de la
vida cotidiana, en lo inmediato al espectador.
La
industria cultural absolutiza la imitación para evitar el fracaso artístico,
reproduce una serie de actitudes, valores, estereotipos e incluso historias ya
bien aceptadas por el público y sus carteras para garantizar el éxito en
taquilla. Dicho de esta forma la industria cultural obedece a un tiempo y
espacio determinado. En el mercado siempre existe una tendencia o moda, sea la
dada por la temporada o por algún fenómeno musical como la “Banda” o el “Dubstep”.
No sería provechoso para el negocio traer nuevamente de moda la música “Disco”. Es por esto que la mayor parte
del cine norteamericano tiene una estructura similar, reconocible por el
espectador, apegada a lo que se vive en el momento y además puede ser
reproducible en la vida cotidiana pues en muchas ocasiones lo visto en el film
se convierte en mercancía.
Una
de las fortalezas que gana la industria cultural al apoderarse del cine pues
con él puede distribuir una forma de pensar, actuar, sentir y vestir. “Las
masas tienen lo que desean y se aferran obstinadamente a la ideología mediante
la cual se les esclaviza” (Adorno y Horkheimer, 1998; 178). E incluso al final
del film, el espectador se siente revitalizado pues aunque en su vida no logre
lo que ve en la pantalla se conforma con experimentarlo en “los zapatos” del
protagonista y es justo aquí donde está el verdadero problema. No hay nada de
malo en disfrutar de una excelente grabación cinematográfica, lo malo está en
pensar que así es nuestra vida, que ese tiempo invertido en el film no nos deje
oportunidad para pensar en los problemas sociales, políticos e incluso
familiares.
Disfrutemos
del cine pero no olvidemos que somos personas reales, con problemas reales.
Pensemos un poco más, cuestionemos lo que sucede en nuestro entorno. El cine,
que no es documental o biográfico, es un mundo onírico y escapista, creado para
que olvidemos nuestros problemas. Pero tomemos en cuenta que si los dejamos de
lado tarde o temprano los tendremos que enfrentar, tal vez convertidos en
enormes monstruosidades por no atenderlos a tiempo.
BIBLIOGRAFÍA
o
ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max, “La
industria cultural. Ilustración como engaño de masas”, en Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos, Trotta, S/L,
1998.
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